martes, 31 de mayo de 2011

A DIVERTIRSE!!!! LEAMOS LOS TRES CERDITOS


Al lado de sus padres , tres cerditos habian crecido  alegres en una cabaña del bosque. Y como ya  eran mayores, sus papas decidieron que era hora de que construyeran , cada uno, su propia casa.
Los tres cerditos se despidieron de sus papas, y  fueron a ver como era el mundo. El primer  cerdito, el perezoso de la familia , decidio hacer una casa de paja. En un minuto la choza  estaba ya hecha. Y entonces se fue a dormir.
El segundo cerdito , un gloton , prefirio hacer la  cabaña de madera. No tardo mucho en  construirla.  Y luego se fue a comer manzanas.
El tercer cerdito , muy trabajador , opto por  construirse una casa de ladrillos y cemento.  Tardaria mas en construirla pero estaria mas  protegido. Despues de un dia de mucho trabajo, la  casa quedo preciosa. Pero ya se empezaba a  oir los aullidos del lobo en el bosque. No tardo mucho para que el lobo se acercara a  las casas de los tres cerditos. Hambriento , el lobo se dirigio a la primera casa y dijo - ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplare  y  tu casa tirare!.
Como el cerdito no la abrio, el lobo soplo con  fuerza, y derrumbo la casa de paja. El cerdito,  temblando de miedo, salio corriendo y entro en  la  casa de madera de su hermano. El lobo le siguio. Y delante de la segunda casa,  llamo  a la puerta, y dijo: - ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplare  y tu casa tirare!
Pero el segundo cerdito no la abrio y el lobo  soplo y soplo, y la cabaña se fue por los aires.
Asustados, los dos cerditos corrieron y entraron  en la casa  de ladrillos de su otro hermano.
Pero, como el lobo estaba decidido a comerselos, llamo a la puerta y grito:

- ¡Ábreme la puerta!¡Ábreme la puerta o soplare  y tu casa tirare!
Y el cerdito trabajador le dijo:
- ¡Soplas lo que quieras, pero no la abrire!
Entonces el lobo soplo y soplo. Soplo con todas  sus fuerzas, pero la casa ni se movio. La casa era  muy fuerte y resistente. El lobo se quedo casi sin  aire.
Pero aunque el lobo estaba muy cansado, no  desistia.
Trajo una escalera , subio al tejado de la casa y  se deslizo por el pasaje de la chimenea. Estaba empeñado en entrar en la casa y comer a los tres cerditos como fuera. Pero lo que el no sabia es que los cerditos pusieron al final de la  chimenea, un caldero con agua hirviendo.
Y el lobo , al caerse por la chimenea acabo quemandose con el agua caliente. Dio un enorme grito y salio corriendo y nunca mas  volvio.
Asi los cerditos pudieron vivir tranquilamente. Y  tanto el perezoso como el gloton aprendieron  que solo con el trabajo se consigue las cosas.


FIN

A divertirnos. Varios cuentos Infantiles


El cuento de Las Habichuelas Magicas
Periquin vivia con su madre, que era viuda, en  una cabaña de bosque. Con el tiempo  fue empeorando la situacion familiar, la  madre determino mandar a Periquin a la  ciudad, para que alli intentase vender la unica  vaca que poseian. El niño se puso en camino,  llevando atado con una cuerda al animal, y se  encontro con un hombre que llevaba un  saquito de habichuelas. -Son maravillosas  -explico aquel hombre-. Si te gustan, te las  dare a cambio de la vaca. Asi lo hizo Periquin,  y volvio muy contento a su casa. Pero la  viuda, disgustada al ver la necedad del  muchacho, cogio las habichuelas y las arrojo  a la calle. Despues se puso a llorar. Cuando se levanto Periquin al dia siguiente,  fue grande su sorpresa al ver que las habichuelas habian crecido tanto durante la  noche, que las ramas se perdian de vista. Se  puso Periquin a trepar por la planta, y sube  que sube, llego a un pais desconocido. Entro en un castillo y vio a un malvado gigante que  tenia una gallina que ponia huevos de oro  cada vez que el se lo mandaba. Espero el niño  a que el gigante se durmiera, y tomando la  gallina, escapo con ella. Llego a las ramas de  las habichuelas, y descolgandose, toco el  suelo y entro en la cabaña.
La madre se puso muy contenta. Y asi fueron  vendiendo los huevos de oro, y con su  producto vivieron tranquilos mucho tiempo,  hasta que la gallina se murio y Periquin tuvo que trepar por la planta otra vez,  dirigiendose al castillo del gigante. Se  escondio tras una cortina y pudo observar  como el dueño del castillo iba contando  monedas de oro que sacaba de un bolson de  cuero.  
En cuanto se durmio el gigante, salio Periquin  y, recogiendo el talego de oro, echo a correr  hacia la planta gigantesca y bajo a su casa.  Asi la viuda y su hijo tuvieron dinero para ir  viviendo mucho tiempo. Sin embargo, llego  un dia en que el bolson de cuero del dinero  quedo completamente vacio.  Se cogio Periquin por tercera vez a las ramas  de la planta, y fue escalandolas hasta llegar a  la cima. Entonces vio al ogro guardar en un  cajon una cajita que, cada vez que se  levantaba la tapa, dejaba caer una moneda  de oro. Cuando el gigante salio de la estancia,  cogio el niño la cajita prodigiosa y se la  guardo. Desde su escondite vio Periquin que  el gigante se tumbaba en un sofa, y un arpa,  oh maravilla!, tocaba sola, sin que mano  alguna pulsara sus cuerdas, una delicada  musica. El gigante, mientras escuchaba aquella melodia, fue cayendo en el sueño  poco a poco Apenas le vio asi Periquin, cogio el arpa y  echo a correr. Pero el arpa estaba encantada  y, al ser tomada por Periquin, empezo a  gritar: -Eh, señor amo, despierte usted, que  me roban! Despertose sobresaltado el  gigante y empezaron a llegar de nuevo desde  la calle los gritos acusadores: -Señor amo,  que me roban! Viendo lo que ocurria, el  gigante salio en persecucion de Periquin.   
Resonaban a espaldas del niño pasos del  gigante, cuando, ya cogido a las ramas  empezaba a bajar. Se daba mucha prisa,  pero, al mirar hacia la altura, vio que tambien  el gigante descendia hacia el. No habia tiempo que perder, y asi que grito  Periquin a su madre, que estaba en casa  preparando la comida: -Madre, traigame el  hacha en seguida, que me persigue el   gigante! Acudio la madre con el hacha, y  Periquin, de un certero golpe, corto el tronco  de la tragica habichuela. Al caer, el gigante se  estrello, pagando asi sus fechorias, y Periquin    y su madre vivieron felices con el producto de  la cajita que, al abrirse, dejaba caer una  moneda de oro.

El cuento de Cenicienta.


Erase una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea. 
Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta. Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino.
Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos. Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos. - ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó-. 
 
De pronto se le apareció su Hada Madrina. - No te preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.
La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven. 

En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce. - ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-. Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado. Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito. 
 
Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le estaba perfecto. Y así sucedió que el Rey se casó con la joven y vivieron muy felices.




lunes, 30 de mayo de 2011

Vamos a aprender!!! No debes ser Presumido


El cuento de la Ratita Presumida
Erase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo ve algo que brilla... una moneda de oro. La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda. Ya sé me compraré caramelos... uy no que me dolerán los dientes. Pues me comprare pasteles... uy no que me dolerá la barriguita. Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito.?

La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero un trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita. Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa. En eso que aparece un gallo y le dice:Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo??.

Y la ratita le respondió: ?No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces??

Y el gallo le dice: ?quiquiriquí?. ?Ay no, contigo no me casaré que no me gusta el ruido que haces?.

Se fue el gallo y apareció un perro. ?Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo??. Y la ratita le dijo:No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces??. ?Guau, guau?. ?Ay no, contigo no me casaré que ese ruido me asusta?.
Se fue el perro y apareció un cerdo. Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo??.Y la ratita le dijo: ?No sé, no sé, ¿y tú por las noches qué ruido haces??. Oink, oink?. ?Ay no, contigo no me casaré que ese ruido es muy ordinario?.El cerdo desaparece por donde vino y llega un gato blanco, y le dice a la ratita: ?Ratita, ratita tú que eres tan bonita ¿te quieres casar conmigo??. Y la ratita le dijo: No sé, no sé, ¿y tú qué ruido haces por las noches??. Y el gatito con voz suave y dulce le dice: ?Miau, miau?. ?Ay sí contigo me casaré que tu voz es muy dulce.?
Y así se casaron la ratita presumida y el gato blanco de dulce voz. Los dos juntos fueron felices y comieron perdices y colorín colorado este cuento se ha acabado.

El cuento de Pinocho.

Erase una vez en una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba más un día de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construído este día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.
Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas. Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo. 

Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz poniéndose colorada. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.
Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él. 

Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban salvados.

Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.

El cuento de Blancanieves y los Siete Enanitos.


En un pais muy , muy lejano vivía una bella princesita llamada Blancanieves, que tenía una madrastra, la reina, muy vanidosa. La madrastra preguntaba a su espejo mágico y éste respondía:
Tú eres, oh reina, la más hermosa de todas las mujeres. Y fueron pasando los años. Un día la reina preguntó como siempre a su espejo mágico: - ¿Quién es la más bella? Pero esta vez el espejo contestó: - La más bella es Blancanieves.

Entonces la reina, llena de ira y de envidia, ordenó a un cazador: - Llévate a Blancanieves al bosque, mátala y como prueba de haber realizado mi encargo, tráeme en este cofre su corazón. Pero cuando llegaron al bosque el cazador sintió lástima de la inocente joven y dejó que huyera, sustituyendo su corazón por el de un jabalí.
Blancanieves, al verse sola, sintió miedo y lloró. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubrió allí una preciosa casita. Entró sin dudarlo. Los muebles eran pequeñísimos y, sobre la mesa, había siete platitos y siete cubiertos diminutos. Subió a la alcoba, que estaba ocupada por siete camitas. La pobre Blancanieves, agotada tras caminar toda la noche por el bosque, juntó todas las camitas y al momento se quedó dormida.

Por la tarde llegaron los dueños de la casa: siete enanitos que trabajaban en unas minas y se admiraron al descubrir a Blancanieves. Entonces ella les contó su triste historia. Los enanitos suplicaron a la niña que se quedase con ellos y Blancanieves aceptó, se quedó a vivir con ellos y todos estaban felices. Mientras tanto, en el palacio, la reina volvió a preguntar al espejo: - ¿Quién es ahora la más bella? - Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...
Furiosa y vengativa como era, la cruel madrastra se disfrazó de inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque. Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando en la mina. La malvada reina ofreció a la niña una manzana envenenada y cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada.

Al volver, ya de noche, los enanitos a la casa, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse de ella. En ese momento apareció un príncipe a lomos de un brioso corcel y nada más contemplar a Blancanieves quedó prendado de ella. Quiso despedirse besándola y de repente, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina. Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina y desde entonces todos vivieron felices.

El cuento del Ratoncito Perez.


Erase una vez Pepito Pérez , que era un pequeño ratoncito de ciudad , vivía con su familia en un agujerito de la pared de un edificio. 

El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no les faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer. Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí vió un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí.

Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental. A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón. Después practicaba con su familia lo que sabía. A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermanita le curó un dolor de muelas con un poquito de medicina.
Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso. Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara la boca.

Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande. No tenían dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no podían comer desde que eran jóvenes. El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que confiaban en él. Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí vió cómo el doctor José Mª le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no eran de personas, los hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran enormes y no le servían a él para nada. 
Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un niño con su mamá. El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente fuerte y grande. El doctor se lo quitó y se lo dió de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: "Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente", pensó. Lo siguió por toda la ciudad y cuando por fin llegó a la casa, se encontró con un enorme gato y no pudo entrar. El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y entonces entró a la habitación del niño. El niño se había dormido mirando y mirando su diente, y lo había puesto debajo de su almohada. Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontró y le dejó al niño un bonito regalo.

A la mañana siguiente el niño vió el regalo y se puso contentísimo y se lo contó a todos sus amigos del colegio. Y a partir de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo.